Les tocó la parte más arriesgada, me refiero a las operaciones en Tierra del Fuego, a la altura de la ciudad Rio Grande, pero bien sobre la frontera, les toco la parte más sujeta a riesgo para el caso que el enfrentamiento armado se desencadenara abiertamente, me refiero claro, al entonces agudizado problema de delimitaciones con Chile radicado especialmente a la soberanía insular y marítima de la región cercana al canal de Beagle.

Aquel que, por fortuna termino con la decisión del papa Juan Pablo II, de ofrecer el enseguida aceptado arbitraje del vaticano, representado por la inestimablemente ardua y exitosa tarea del cardenal Samoré en la navidad de diciembre de 1978, precisamente el día trece de ese mismo mes y año, mi hermano cumplió 19 años, ese mismo día o uno o días después se dio la noticia que habían llegado al puerto de Ushuaia, el cual sería el más adecuado para el desembarco unos tres mil féretros, preparando el fúnebre resultado del ataque que nuestro país proyectaba realizar invadiendo el territorio existente más allá de la línea de frontera que venía previamente fijada y en la retaguardia de ese ataque estaba justamente el grupo de soldados provenientes de los cuarteles de nuestra ciudad, en especial los reclutas (sean goyanos, de otros pagos correntinos o de otras provincias cercanas o vecinas) entre los que se encontraba mi hermano.

Si la guerra a punto de iniciarse llegaba a la línea de largada, estos casi todos niños serian una sabrosa carne de cañón de los aguerridos chilenos, fieles descendientes muchos de ellos de Lautaro Caupolican y Colo Colo encima bien atrincherados, mi hermano siempre recordaba que un ex condiscípulo mío ocho años mayor que él, pero también conscripto (en razón de haber pedido prorroga) continuamente le decía, con triste pero autentico realismo “aquí nos van a matar a todos Nocetti”.

Lógicamente el jefe de la agrupación, quien sería el mejor depositario de la gloria que, con mayor o menor tragedia se habría de lograr, se mantendría a prudente recaudo de ese mayor peligro. Actitud tal vez comprensible dentro de la estrategia militar. No olvidemos el gesto heroico y mortal de nuestro Juan Bautista Cabral y el posterior arrojo menos trágico de Baigorria en el Combate de San Lorenzo. Preservar la vida del jefe en mero de una batalla resulta siempre esencial aunque en la Lid de San Lorenzo hubo un pequeño detalle para analizar, San Martin comandante y creador del Regimiento Patrio estaba expuesto en medio del Fragor del Combate, sentado en su caballo y con su sable en la mano.

Salvada la digresión precedente; nuestros soldados del Beagle, incluyendo a los militares de carrera que los acompañaron; se salvaron ahí nomás, de la muerte segura que quedo esperando, a último momento, en sus ganas de llevarlos al incógnito mundo, de quienes, en el mejor de los casos, nos dejan solamente su recuerdo.

Bueno, el Santo Padre, (dos veces Santo) Juan Pablo Segundo y el excelente Diplomático Pontificio Cardenal Samoré (con la ayuda de Dios seguramente)evitaron el baño de sangre y el desparramo o pulverización de los noveles huesos y en febrero de 1979 volvieron nuestros héroes, para dar un punto más de alivio a los mismos (que se supone querían llegar a viejos junto a sus seres queridos) y de estos últimos (entre ellos mis padres); quienes desde tan lejos de ellos vivieron la angustia (que también quita años de vida) de estar al borde de la peor tragedia imaginable para un progenitor cual es perder la vida de un hijo, más apenas saliendo de la adolescencia, mientras sus progenitores todavía quedan sobreviviendo.

No todos esos chicos quedaron sin secuelas de esa triste experiencia, hoy bien se sabe de aquello del estrés post traumático y también que una enfermedad terrible como el cáncer o las que afectan el cerebro se alimentan al nacer o crecer de esa dura memoria resiliente.

Y en el caso de este querido familiar mío no fue una excepción; a los 62 años salió vencido por las metástasis contra las cuales venia luchando; unos siete u ocho años antes que el cayo de la misma forma luego de una agonía más larga un primo político nuestro, Dr. Roberto Guido, residente en Bella Vista de donde era oriundo y que se conoció con nuestra prima a través de su reclutamiento militar en Goya y la amistad que se había generado de esa situación de encuentro con mi hermano.

Conozco otra persona más o menos de la misma edad y de procedencia más humilde, tal vez eso lo hace más duro que presenta similares síntomas.

En consecuencia, todo esto evidencia, al igual que los convocados a la guerra de Malvinas que no llegaron al teatro de operaciones o al combate directo, fueron víctimas indudables las referidas personas que con una finalidad u otra fueron llevados a aventuras donde falsos ídolos buscaron la gloria personal a costa de poner en peligro o en sacrificar directamente la vida de jóvenes inocentes.

Que por supuesto no vamos a comparar porque peor les fue a las victimas el naufragio del crucero General Belgrano o a los que hambreados y muertos de frio cayeron o fueron mutilados físicamente también en el querido suelo patrio de Malvinas.

Sin dudas que las comparaciones son odiosas pero en el caso de los niños del Beagle y otros que con ellos estuvieron, soldados más grandes, agentes de distintas jerarquías del Ejercito, etc; fueron además victimas del olvido que es la peor muerte de un ser humano sobre todo cuando creemos que merecen ser recordados especialmente por algo concreto como por lo que relatamos.

No voy a entrar en detalles acerca de las vicisitudes de la vida de mi hermano, de lo que pudo ser y no fue, pero que perdió a pesar de la excelente familia y descendencia que dejo; pero si sé que reclamaron varias veces un reconocimiento que nunca se les dio; esta vez insisto aprovechando la vez la oportunidad del próximo homenaje más que merecidos a nuestros héroes y mártires de Malvinas en esta ciudad y la presencia probable de quien ejerce la Vicepresidencia de la Nación; junto quizá con otras autoridades de este poder terrenal.

La idea es mandar esto al ámbito Militar, aunque ya se hizo varias veces con escasísimo eco, a los medios de prensa, a las ya indicadas autoridades civiles y a los medios de presa que se animen a publicar para recordar un hecho histórico que los involucra especialmente a correntinos, goyanos y vecinos; por si a lo mejor piensan como yo que merecen un recuerdo y hasta (¡que ambicioso y audaz!) algún homenaje que hasta pueda repetirse periódicamente y hasta debería trascender el medio local. -

Por Héctor Edgardo Nocetti Gamboa.-